La muerte, la indeseable muerte. Es aquella, que todo lo que vive teme, es el misterio más grande de la vida, pero no del ser. Espero poder verte para siempre, oírte para siempre, besarte para siempre, pero sé que un día se acabará y que de recuerdos permaneceremos. Mientras tú estés a mi lado, yo no podré dejarte ir, no podre dejar de verte, de sentir tu latido en mi corazón.
Perdóname si he llegado tarde a nuestra cita, si te he faltado el respeto, algún día piensa en perdonarme si no fui lo suficiente valiente para tomarte de la mano, abrazarte y decirte que te amo. Asumo mi error como el castigo que tendré que llevar sobre mí durante la eternidad.
Ven, bésame, quiero tocarte, quiero sentirte, quiero amarte como no lo hice nunca, que la muerte no sea una barrera. Que nosotros podamos vender todas todo impedimento, vivir de un sueño utópico.
Volvamos al año 1973, a aquella última tarde, donde fuiste vencida por tu mente y alma, nuestros nietos lloran ahora por no poder decirte abuela, tu hija aún sigue esperando en la puerta de la casa, verte llegar con el caramelo que solías traer a ella.
Volemos, vayamos a ese farol donde la vida parecía ser eterna, donde el universo se hacía pequeño comprado con nuestro amor, donde el bosque fue cómplice de lo que hicimos aquella noche y de haber visto a aquel ganso en la mañana, fue lo que nos trajo a la vida. Recorramos el mar con la mirada, rozando nuestras manos en el océano.
Perdóname por dejarte ir, por olvidarte. Te prometo que siempre te amaré, que siempre seremos uno. Vuelve…
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